
El espíritu de este blog y de este espacio es el del debate constante, el de la apertura de ideas, el del intercambio de opiniones. Porque es un lugar democrático en donde no se construye una única verdad, sino muchas, aunque alberguen dudas. De eso se trata. De edificar nuestras formas. De ver, de pensar, de sentir. Siempre con sentido crítico y nunca abandonando la pasión, que no es locura, que busca hacer alianzas con la razón.
Por eso es el turno de Gonzalo Layampa aquí. Para que nos introduzca en un tema ineludible. Doloroso pero de obligatoria recurrencia: el mundial ´78 y la dictadura militar. Un ejercicio de memoria, de investigación y de definiciones. La pluma de Gonzalo lo llevará a cabo.
LA FIESTA QUE NO FUE DE TODOS.
Una conquista histórica en medio de una brutal dictadura que manipuló el fútbol a su antojo.
Fue la noche más gloriosa del fútbol argentino. Las tribunas estallaron al grito de las más de setenta mil personas que se encontraban en el estadio cuando Mario Kempes anotó el gol que, prácticamente, le otorgaba el triunfo a la selección nacional. El matador la tocó y emprendió su carrera a la gloria con los brazos extendidos, enloquecido por el regocijo. Luego llegaría el último y definitivo (obra de Bertoni), pero las bases ya estaban sentadas para que la Argentina levantara el trofeo más preciado de todos por primera vez en su historia. Los dirigidos por César Luis Menotti dejaban atrás a la siempre temida Holanda. Y así, el pueblo festejó al ritmo del 'dale campeón, dale campeón'. Una merecida alegría inundó las almas de una sociedad que, por aquellos tiempos, vivía presa de la miseria, el terror y la opresión.
En el Mundial 78 el deporte fue sólo una excusa para las pretensiones del gobierno de turno; la exaltación, en un país muy ligado al fútbol, y el éxito de la selección compartieron la escena con una dictadura desfachatada. 'Duele saber que fuimos un elemento de distracción para el pueblo mientras se cometían semejantes atrocidades', se lamentó Osvaldo Ardiles años más tarde. La cosecha deportiva no podrá ser minimizada, pero está claro que fue utilizada por el Estado para paliar el impacto del proceso militar.
La organización del torneo fue designada durante la presidencia del general Lanusse, y en septiembre de 1973 el gobierno peronista nombró la primera comisión organizadora. Una vez producido el golpe que derrocó al frágil régimen de María Estela Martínez, la Junta Militar se mostró decidida a llevar adelante el certamen, y para eso creó el Ente Autárquico Mundial 78, cuya presidencia estaba a cargo del general Actis, posteriormente sucedido por Antonio Merlo. Las cifras que se manejaron superaron los 700 millones de dólares – lo que aumentó considerablemente la deuda externa –, los cuales se invirtieron en la remodelación de los estadios de Vélez Sársfield, River Plate y Rosario Central, la construcción de tres nuevas canchas, el mejoramiento de aeropuertos, sistemas de comunicaciones e infraestructura hotelera. Además, ATC (anteriormente llamado Canal 7 Argentina) fue remodelado para poder transmitir, por primera vez, el torneo a color.
No era una maniobra muy compleja de idear. Ya había sido puesta en escena por la Alemania Nazi de Adolf Hitler durante los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. La propaganda y el embuste eran las principales cartas del gobierno golpista para afianzar su proyecto hegemónico y asesino. Sin embargo, los aberrantes actos de violaciones a los derechos humanos ya habían trascendido y eran centro de numerosas críticas contra el régimen, especialmente de países europeos. Incluso se propuso un 'boicot a la Copa del Mundo entre campos de concentración'. Pero nada de esto prosperó, y en el mes de marzo la Junta recibió a una comisión de la FIFA encabezada por el alemán Hermann Neuberg (un ex SS en los tiempos del Tercer Reich), la cual llegaba con el objeto de inspeccionar las obras mundialistas: 'El cambio de Gobierno no tiene nada que ver con el Mundial. Somos gente de fútbol y no políticos', afirmó Neuberg. Más elocuente aún fue el mandamás de la FIFA, Joao Havelange: 'La Argentina está ahora más apta que nunca para organizar el mundial'.
Así, el proyecto estratégico de la Junta se veía cumplido cuando Francia e Italia daban el puntapie inicial en Mar del Plata, y con él, el primer símbolo de aprobación masiva a la dictadura. Durante casi un mes, la Argentina fue el centro de las miradas, y los problemas que sacudían al país habían pasado a un segundo plano. El periodismo, un poco por la censura y otro poco por conveniencia, sólo hablaba de goles, tácticas y estrategias. 'Los argentinos somos derechos y humanos', decían. Las revistas de Editorial Atlántida encabezaban las campañas pro gubernamentales, y mientras el periodista Julián Delgado desaparecía, Bernardo Neustadt adulaba a Videla. Jugadores y técnicos parecían desconocer del asunto. 'A distancia está claro que fuimos utilizados como propaganda por parte de los militares. Pero también hay que aclarar que nosotros, los jugadores y el cuerpo técnico que integramos aquella selección, fuimos víctimas de esa manipulación de nuestro trabajo, o de los frutos del mismo. Hoy duele ver eso, pero también puede decirse que quizá servimos como bálsamo para mucha gente oprimida que pudo volver a salir a la calle envuelta en banderas argentinas. Sabíamos que lo nuestro no tenía nada que ver con lo que estaban haciendo los militares, algo que prácticamente desconocíamos. Pero de alguna manera, a los que medianamente teníamos cierta conciencia de quiénes se trataba, nos hacía sentir mal', afirmó Ardiles, uno de los pocos jugadores de aquel equipo que siempre se mostró enfrentado con la dictadura. No así su técnico, César Luís Menotti, quien constantemente es criticado por el rol desempeñado y que llegó a valerle el título de un libro ('El director técnico del proceso').
Dos semanas antes de la gran final, la revista El Gráfico – perteneciente al grupo Atlántida – publicó una supuesta carta que Ruud Krol, capitán de la selección de Holanda, le envió a su hija: 'Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es una mentira infantil… Esta no es la Copa del Mundo, sino la Copa de la Paz… Papá está bien. Tiene un batallón de soldaditos que lo cuidan y que de sus fusiles disparan flores. Diles a tus amiguitos la verdad, Argentina es tierra de amor...'. Instantáneamente, Krol recibió un centenar de críticas en su contra por parte de los organismos que luchaban contra la dictadura; sin embargo, éste siempre sostuvo no haber tenido relación alguna con el escrito, y que fue una obra 'indigna, artera y cobarde'.
El Mundial ya se disputaba, y mientras tanto un grupo de mujeres conocidas internacionalmente como 'Las Locas de Plaza de Mayo' realizaban su habitual marcha frente a la Casa Rosada, acompañadas, en una ocasión, por Ronnie Hellstrom, arquero de la selección sueca. 'Decidí hacerlo porque era una obligación que tenía con mi conciencia', dice hoy en día Hellstrom. Las Madres tuvieron el apoyo de muchos periodistas europeos que vinieron a cubrir el torneo y, sobre todo, de una agrupación holandesa de solidaridad (SAM), la cual donó un hogar en el que en la actualidad viven las madres sin familia. Además, otro holandés, Johan Cruyff (considerado por muchos como uno de los mejores jugadores de la historia), se unía a la causa y desertaba del Mundial debido a la violación masiva de derechos humanos que se cometía en nuestro país. Un día después de la final, en el Hospital Militar, nacía Guido, quien hoy es uno de los 117 niños desaparecidos durante el gobierno golpista. Su abuela, Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, lo busca desde aquel entonces.Sin duda, los militares vieron en el fútbol un gigantesco instrumento de manipulación para controlar a una sociedad diezmada, sumida en el dolor y el miedo. Vistieron al fútbol con la camiseta de la muerte. Y mientras Passarella alzaba la copa al cielo, a pocos metros de distancia funcionaba el más grande de todos los centros de detención y matanza del país: la Escuela de Mecánica de la Armada, donde los gritos no eran de aliento al reciente campeón, sino del dolor provocado por las inhumanas atrocidades que allí se cometían.